A veces en la vida no damos cuenta de que algo no va bien, algo que intuíamos pero que nunca nos atrevíamos a reconocer. Es como cuando nos despertamos de repente de un sueño, pero no tenemos ni la menor idea de cuál ha sido. Entonces buscamos el origen de todo, la raíz de ese problema que no supimos ver, como mi si buscásemos en una carretera solitaria un letrero luminoso, que rezase “Ahí fue donde todo se torció”. Queremos escapar de todo eso y gritamos una y otra vez sin obtener respuesta alguna, tan solo en ocasiones escuchamos el eco de nuestras palabras rebotando incesantemente en nuestra cabeza. Miramos a un espejo y no nos reconocemos, sabemos quienes queremos ser, quienes debemos ser, pero no quien somos ni quienes seremos. Despertamos solos, en medio de un mundo de cientos y cientos de millones de almas, y quizás solo necesitamos una para volver a soñar.
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